Publicado en El Nacional el domingo 29 de mayo /CCS A PIE 135
Béla Kunckel / Cambiar el paradigma
—Un problema de los planificadores de la ciudad es que muchas veces las alternativas casi siempre se perciben como una amenaza a lo establecido, en vez de entenderlas como una oportunidad, aunque sea activada por grupos pequeños, para resolver problemas de lo cotidiano.
Por eso este tipo de acciones con gente que sí tiene experiencia y ha empezado a usar la bicicleta como medio, a crear pequeños lobbys, en pequeños grupos. Yo no sabía que existían tantos. Yo ando en bicicleta y me he dado cuenta de que cada vez hay más gente en bicicleta en las calles. Yo empecé a montar bicicleta para ir al trabajo en el 98, y yo conocía a las dos personas que recorrían esa ruta. Hoy en día me encuentro al menos una docena de ciclistas que se ve que no están haciendo deporte, sino fueron un momento a comprar algo, van al trabajo. De hecho, aquí conocimos a algunos que son entusiastas, que a pesar de la lluvia vinieron acá en bicicleta.
Niveles estadísticos de salud. El impacto de una sola persona en el medio ambiente. Una persona como Armando, recorre 10 kilómetros al día, qué pasa cuando más personas se van sumando a ese movimiento. Uno de los grandes handicaps para los cambios de paradigmas, es que somos un país productor de petróleo que justamente subvenciona el producto que producimos, que hace que mucha gente ni siquiera piense en la alternativa, porque hay unos que andan en carro por convencimiento, otros porque les sale más barato. La presión económica se hace tan grande la gente busca alternativas, como acá esa presión no existe, los que asumen la alternativa son personas que tienen un cambio de conciencia, que creen en ese cambio de paradigma, por eso te tildan de bohemio, de loco.
Armando Rivero / La bicicleta nos libera
—El origen de esto está asociado con que en las redes sociales existe un grupo llamado Masa Crítica, que es el grupo por excelencia de los ciclistas a nivel mundial. El grupo de Venezuela, aquí en Caracas, no se estaba moviendo mucho. No publicaban cosas nuevas, no hacían eventos. Hubo un pico de mucha actividad hace tiempo y después cayó. Así que decidí reactivar a esa gente, montarlos otra vez en la bici. ¿Se cansaron? Aquí estoy yo para aportar mi energía. Resulta que tuve un par de meses tratando de motivar a la gente y el grupo no funcionó.
Así que me tocó tomar un liderazgo que no esperaba, y me tocó fundar un grupo llamado Ciclovía en Facebook, en 2.0. Agregué 100 personas que yo conocía, que con mayor o menor grado les gusta la bicicleta. O eran de Masa Crítica que me robé. A partir de ahí comencé a arrearlos, haciendo eventos, organizando paseos para disfrutar de la ciudad. No resultó muy bien al principio. Así que pensé: vamos a visibilizar al ciclismo, porque quizá hay gente en las redes sociales que no rueda por donde yo ruedo, y viceversa. Así que cree un álbum llamado “Héroes Anónimos”. Yo llevaba siempre mi cámara como si fuese una pistola, y comencé a perseguir a los ciclistas. Donde los veía, los fotografiaba. Y comencé a hacer un álbum de ciclistas caraqueños, de gente que se transporta en bicicleta. Está uno que todos los del grupo lo admiramos, el tipo se levanta y sale de su casa al trabajo y se regresa, con una bicicleta bellísima, totalmente urbana, con parrillita para las cosas que vas a mover, su casco, luces por todas partes. Es un héroed e la ciudad, que desde mi punto de vista está haciendo lo correcto, que es movernos en bicicleta, no en carro.
La gente comenzó a moverse, a haber una sinergia. Conocí a muchísima gente, porque una vez que te lanzas al ruedo la gente comienza a pedir ayuda, a participar. Yo soy de los que va por la calle y me volví fanático. Pongámoslo de esta manera: yo soy el creador de mi pandilla favorita, porque los que pertenecen a Ciclovía son grandes amigos, y es una experiencia crear esa afinidad de estar cerca del otro en bicicleta. Cosa que no sucede con los carros: el carro nos separa, los vidrios polarizados, el aire, la música, vamos protegidos, seguros, pero en realidad ahí lo que vamos es presos. En cambio la bicicleta nos libera, nos hace disfrutar de la ciudad. Una de las experiencia más chéveres para mí, aunque para otros fue muy traumático, fue cuando falló el metro: fue horrible, la gente sufría porque no sabía cómo llegar a su casa, la cola se potencia al triple, y yo iba en mi bicicleta feliz como un niño loco, rodando en bicicleta, una persona me paró y me dijo “dame la cola, por favor”. Y yo pensaba “ojalá pudiera tener una bicicleta de seiscientos puestos para decirles: ¡vengan conmigo!” El problema del transporte en Caracas ha venido empeorando y empeorando, y la gente comienza a darse cuenta de que hay que buscar otras alternativas, y la bicicleta sin dudas lo es.
Tengo muchísima cosas que contarles. Yo vine acompañado. Todo es un proceso: yo compré mi bicicleta hace dos años. Y uno cuando se monta en bicicleta se conecta con la primera vez que se montó en bicicleta, y casi todos nosotros nos montamos en bicicleta cuando éramos niños. Ese sentimiento es muy bello: volver a montarse en la bicicleta es volver a sentirse niño, volver a sentirse de paseo, en la bicicleta nadie está estresado porque está disfrutando de un paseo, así vaya al trabajo. Es un estado mental, estás disfrutando, en la calle, de tu ciudad. Buscando fotos para subir al álbum de Facebook conseguí una foto mía en una bicicleta roja de cuando tenía seis años. Y me pregunté, si yo antes montaba bicicleta, ¿qué pasó, por qué ahora no monto bicicleta? Esta es otra reflexión que les tengo: dejen que sus hijos monten bicicleta. Los forma, les deja una semillita muy linda, y en el futuro puede que tengan un súperciclista loco como yo. O no.
Vine con mi novia, que es mi compañera de locuras (si yo soy loco, ella peor, por estar conmigo). Su mamá me dijo: “te presto a mi hija, cuídala mucho, recuerda que es hija única”. Resulta que salimos un domingo a rodar por la ciudad y ella se me cayó porque alguien abrió de forma imprudente la puerta de su carro, que la asustó, ella frenó y se cayó”. Y se fracturó ambas muñecas. Y me tocó llamar a su mamá: ”¿Qué tal, señora Betty?, su hija se fracturó las dos muñecas”. Terrible. La reflexión: la bicicleta es una cita muy divertida, y me perdonaron, lo que quiere decir que la bicicleta era algo muy importante. Habrá a quien le moleste que hable mal del carro, pero es un poco malo: separa a la gente, las aísla, es ruidoso y huele muy mal. El otro trauma horrible fue que atropellaron a mi perrito.
Si yo les digo que el cáncer es malo, nadie me lo va a rebatir. Pero si digo que el carro es horrible, tal vez no lo piensen así, pero piensen en algún familiar de ustedes que haya estado en un accidente de tránsito: y se darán cuenta de que hay muchísimos accidentes de tránsito. Aquí hay más gente que muere por accidentes de tránsito que por cáncer.
—¿Cuál es la actitud de los automovilistas con las bicicletas?
—BK: eso es interesante, porque depende de cómo es el ciclista. Recuerdo que todos me decían que me iban a atropellar, a pisar. Tengo cuatro años, desde que regresé de fuera del país, y sólo he tenido dos muy malas experiencias. Yo asumo andar en bicicleta en forma urbana como si fuera un carro. Lo más peligroso es cuando ves a los ciclistas que se pegan a la derecha, sin ocupar el canal, y les tiran el carro, los pisan. Si uno va por el medio de la calle (yo agarro el carril completo) y la mayoría de las experiencias han sido buenas. Para empezar, Caracas es un gran estacionamiento de siete de la mañana a siete de la noche, que es cuando uno se mueve. Y más bien te dicen son: “dame la cola”, “qué bárbaro, este tipo va a llegar una hora antes que yo”. Las únicas dos experiencias malas que he tenido han sido con mujeres entre 30 y 40 años, que empiezan a tocar corneta, a insultarte, a acelerar. Si uno realmente usa la bicicleta con los derechos que según ley tiene en Venezuela, como otro modo de transporte de tracción de sangre, no debería haber problema.
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