jueves, 23 de agosto de 2007

Caminar es un fin en sí mismo. Caminamos por el simple placer de andar, por la necesidad de tropezarnos con esa vastedad que implica la ciudad. Ver sus contrastes, participar, aunque sea fugazmente, de sus conflictos. ¿Es peligroso caminar por las calles de Caracas? No mucho más que quedarse encerrado en casa o moverse en carro de centro comercial en centro comercial. El verdadero peligro va más allá del acto de transitar de un sitio a otro: es que neguemos la ciudad y sin embargo habitemos en ella. Por eso siempre decimos que caminar es un acto político. Biopolítica pura.
Caracas no parece pensada para los caminantes, pero a pesar de todos sus obstáculos (los carros, en primer lugar) cerca del 20% de sus moradores se desplazan caminando todos los días. ¿Resistencia? ¿Ecologismo? ¿Pobreza? ¿Atletismo? ¿Vouyerismo? ¿Atormentados del volante? Cuales sean las razones, poco importa. Es un hecho: en Caracas al menos una quinta parte de su población se mueve “apiemente”. Y si sumamos los que se mueven en transporte público, que también caminan, tendremos las tres cuartas partes de los caraqueños. ¿Cómo hacemos más amable la ciudad para esa gran mayoría que circula día a día por nuestras calles? Más allá de lo obvio (mejorando, ampliando e interconectando sus calles, plazas, parques, y su transporte público; ofreciendo luz y seguridad) nosotros decimos que militando en esta causa de los de a pie. Allí nos vemos.